No podemos aferrarnos al romanticismo derivado de los cambios que no queremos y con la idea de que todos los tiempos pasados fueron mejores. El inicio de un nuevo siglo para los medios de comunicación, después de que hace 100 años llegó la radio a México, deben imponer sus nuevas formas y estilos. Se debe reconocer que la comunicación de hoy, gracias a los adelantos tecnológicos, podría reprochar ineficiencia en los medios de antaño, cuyos costos y operaciones técnicas eran mayores y nada comparables con la inmediatez y solución práctica de los contactos modernos. La distancia operativa eficaz se puede apreciar entre un telegrama y un correo electrónico, y no se diga en aplicaciones de imagen, voz y comunicación por texto, de alta velocidad en la recepción. No aceptar el nuevo lenguaje, los nuevos permisos que antes eran prohibiciones y los nuevos intereses, tanto de los emisores como los receptores, debe calificarse como un negativismo inconcebible, como también inconcebible, es no reconocer y autocriticar, la pésima preparación de los comunicadores de nueva generación, y la herencia que han recibido, de la inmoralidad e hipocresías informativas.
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